Por Manuel Mudry.
Por eso será que los verenses somos tan desamorados con nuestra ciudad y nos encanta destruir sus obras o verla mugrienta.
Cada pueblo sabe de su origen y cuida con esmero sus reliquias del pasado, nosotros solo sabemos que nacimos cuando llegó el ferrocarril…
Lejos en el tiempo quedaron los textos ásperos pero ricos de don Antonio Páramo, las anécdotas románticas de don Juan José Rivas, y hasta la pintoresca lectura de Don Anacarsis Acevedo o el mismo Froilán De Arriba… estoy seguro de que nadie los conoce y muchos de mi tiempo ni siquiera lo recuerdan…todo cayó en el abismo del olvido y así estamos.
Cuando Ángel Fiz ideó la Revista del Centenario, como su colaborador y alumno, supe de su desvelo por rescatar los valores de nuestro pasado, costó mucho trabajo y nos hubiera gustado profundizar más pero fue imposible conseguir material para fortalecer el relato.
Hoy, los colegios buscan las huellas del pasado y –tanto alumnos como profesores- están desorientados, no encuentran ninguna documentación y mucho menos testimonios que al menos les cuenten que nos pasó; y lo que sucedió puede que a algunos les moleste por eso tiraron todo, quemaron lo que querían ocultar y se valieron de la impunidad para tapar su negro pasado al amparo de “la memoria corta” de una comunidad que parece dispuesta a repetir los mismos errores.
Son contadas las instituciones que aún conservan documentadamente su historia, sin temor a equivocarme podría afirmar que sobran los dedos de una mano.
Cada gestión -al mando de algo- se convierte en un acto fundacional y en la inmensa mayoría de los casos el pasado no existe, solo se vive el presente donde “los inmorales nos han igualao”
Y el futuro…? Dios dirá.