
Franco Villalba firmó una condena alcanzada en juicio abreviado. La figura penal atribuida fue la de homicidio agravado por alevosía. El crimen sangriento ocurrió en julio de 2019 en Calchaquí.
El joven de Calchaquí fue condenado en la jornada del viernes a 20 años de prisión efectiva por el tribunal integrado por los jueces Gustavo Gon, Norma Senn y Claudia Bressán, que homologó un acuerdo entre partes. De esta manera, Franco Villalba recibió la condena por el sangriento homicidio de su padrastro, Miguel Ángel Matiazzi, de 68 años, ocurrido en un vivero situado en el kilómetro 680/100 de la Ruta 11, al norte de Calchaquí, el 1 de julio de 2019.
La querella que representó a los familiares de la víctima estuvo compuesta por los abogados Gabriel Baucero y Ariel Willambi, en tanto que al autor material del crimen lo representó un defensor oficial. El fiscal Nicolás Maglier y los querellantes se opusieron al pedido de la defensa de reducir a 12 años la pena a imponer a Villalba.
El juicio oral contra el homicida había sido suspendido a principios de mayo sin fecha de reprogramación concreta por pedido del defensor público asignado a Villalba, luego de que el encartado resolviera drásticamente revocar el poder al estudio jurídico que lo representaba 48 horas antes del comienzo del proceso que iba a juzgarlo.
A raíz de esa intempestiva medida adoptada por Villalba, la Defensa Pública pasó a hacerse cargo de sus intereses, aunque lo exiguo del tiempo para preparar la estrategia defensiva motivó que el defensor asignado solicitara un período prudencial de prórroga.
En aquel momento, Villalba había mostrado su conformidad por una condena de 20 años de prisión efectiva, pero luego se arrepintió y retrotrajo su voluntad para inclinarse por ir a juicio ordinario. Un mes después, finalmente, estampó su firma en el abreviado.
Cuello, tórax y abdomen
Villalba fue imputado a los pocos días del asesinato. En esa oportunidad, el fiscal Leandro Benegas le endilgó que aproximadamente a las 12.20 del 1º de julio del 2019, entre las 9 y las 11 horas, llegó hasta el vivero ubicado sobre la Ruta 11, propiedad de Miguel Ángel Mattiazzi, y con la “utilización de un cuchillo de unos 15 centímetros de hoja que había tomado de la casa de su suegra le asestó 40 puñaladas en zonas de órganos y arterias vitales, las que le provocaron la muerte en forma inmediata”.
Por lo tanto, lo acusó formalmente de “ser el autor material del hecho relatado y la figura penal que corresponde es la de homicidio agravado por alevosía, por cuanto usted usando el cuchillo le propinó 40 puñaladas a Mattiazzi, ocasionándole momentos después la muerte”.
Y detalló que un médico policial constató la muerte del sexagenario por “múltiples heridas cortantes producidas con un arma blanca en la zona del cuello, tórax y abdomen”, determinando que la hora de la muerte era de 4 a 6 horas desde el momento de la pericia del galeno que se realizó cerca de las 14.30.
Llamado
En aquella audiencia imputativa, Benegas reveló que a las 21.25 del día del hecho, la policía recibió un llamado, en este caso de una mujer, suegra de Villalba, diciendo que “había encontrado restos de sangre en las zapatillas de su yerno” y que “le faltaba un cuchillo de unos 15 centímetros de hoja cabo color blanco”.
A raíz de pericias realizadas sobre las zapatillas por el equipo de la PDI en base a luminol y reactivos químicos se pudo determinar que existía “considerable cantidad de sangre y que la misma era de origen humano. Posteriormente, con la utilización de los mismos elementos se pudo determinar que en el lavatorio del baño, la jabonera y otros sectores de la casa había manchas de sangre humana”, aseguró.
Sobre ese punto, el fiscal hizo constar que, según los dichos de la pareja de Villalba, éste “se bañó con agua fría porque no andaba el calefón aproximadamente entre las 11 y las 12 horas, a pesar del intenso frío del día”.
En aquella oportunidad, el fiscal agregó que también personal de Criminalística de la PDI realizó trabajos con la utilización de luminol y reactivos químicos en el lugar de los hechos (el vivero) pudiendo determinarse que “existían rastros, muestras o gotas de sangre desde el invernadero donde se produjo la muerte de Mattiazzi hasta una casilla donde se encontraba una de las hijas de la víctima, de corta edad, que estaba “jugando con el celular de su padre”.