Por Javier Beltrame (*).
Hernán René “El Piojo” Solari
(27 de octubre de 1968 – 28 de marzo de 1993)
Para todo el ambiente del fútbol fue “El Indio” o “El Indiecito”. Por eso de denominar con el mismo apodo a quienes llevan un mismo apellido que un ex jugador famoso: Jorge Raúl Solari.
Para quienes compartimos muchos momentos con él en el Barrio Parque Industrial, en el Instituto Reconquista C-113 y en los clásicos partidos desafíos inter escolares de la época, era “El Piojo” o “El Piojito”, por su diminuta figura.
El iba en primero y después en segundo año, nosotros eramos mas grandes, ibamos en cuarto y después en quinto en esa querida institución que nos hacía vestir de marrón.
Era el refuerzo obligado para jugar contra la Industrial, la Normal, la Comercio o algún que otro equipo libre de algún barrio que se prendía al desafío. Recuerdo que la mayoría de los partidos eran los sábados a la mañana en la cancha del barrio (en la manzana de calle 44, Hábbeger, calle 42 e Iriondo) y del Friar (en ese tan particular lugar con ingreso por calle 44 y Alvear).
Jugaba de “enganche” cuando ese puesto no existía, era “el diez” del equipo y con tan solo 14 años de edad manejaba el juego a su antojo.
De talento inigualable, un crack.
El resto solo acompañábamos.
Ganábamos siempre, estuvimos un montón de partidos sin perder, todo un récord para esos tiempos, pero claro, no figura en ningún lado … solo en nuestra memoria.
Después se sumó a las inferiores de Racing Club de Reconquista y al poco tiempo se fue a Santa Fe, a jugar para Unión.
El resto es historia conocida.
El 27 de marzo de 1993 fue titular en el clásico con Colón en el Estadio Brigadier Estanislao López. A los 7 minutos de partido Marcelo Rufini recibió la pelota en el área, amagó y remató. El arquero tapó y el rebote quedó en el área, cerca del punto del penal. A Solari le quedó atrás. Tuvo que girar, incómodo, para pegarle. La clavó en el ángulo. Salió corriendo, con los brazos en alto, y se arrodilló ante el pueblo Tatengue. Volvió trotando hacia el círculo central y se besó su mano derecha. Lo eligieron figura del partido. Le dieron una copa. “Miren lo que me dieron, se la quiero llevar a mis viejos”, dijo en el vestuario. Le pidieron que se quede, pero no quiso, picó algo y se despidió.
En las primeras horas del domingo 28 de marzo partió, junto a su compañero de equipo el reconquistense Héctor Horacio “El Flaco” Alvarez, rumbo a su Ingeniero Chanourdie natal.
Alvarez se bajó en Reconquista, donde subieron Abel Ibarra y Rolando Fernández (su primo), quien tomó la conducción del automóvil.
La niebla en la ruta 11 fue fatal. Tres camiones chocaron entre sí a 4 kilómetros al norte de Avellaneda unos minutos antes y el impacto contra los otros vehículos fue terrible: los tres murieron en el acto.
Sus restos fueron sepultados el lunes 29 de marzo en su pueblo, a las 10 de la mañana. La caravana había partido una hora antes desde el centro de Reconquista.
Días después, la dirigencia de Unión le impuso su nombre a la platea detrás de uno de los arcos del Estadio 15 de abril.
Pasaron 28 años de su muerte.
Que pena…
Se te sigue extrañando “Piojo”.
(*) Periodista deportivo