Qué es la fatiga cognitiva, potenciada por la pandemia COVID-19

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Las nuevas y estresantes rutinas a las que nos tuvimos que adaptar mientras convivimos con el coronavirus, generan mucho cansancio y hasta frustración. Cómo afrontar la sensación de agotamiento frente a tareas que anteriormente hacíamos sin problemas

A 170 días del inicio de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio, que rige en el país hoy con flexibilizaciones y que el presidente Alberto Fernández ha extendido hasta el día 20 de septiembre, cada vez se vuelve más presente la sensación de letargo que las personas manifiestan frente a la realización de actividades de su vida diaria que antes realizaban sin ninguna dificultad.

La sensación de agotamiento frente a tareas que anteriormente realizábamos sin problemas tiene un nombre y conlleva mucho más que cansancio: fatiga cognitiva.

Y debido a estas sensaciones, muchas personas se preguntan si pasar tanto tiempo dentro de su casa les quitó la capacidad de llevar adelante múltiples tareas y, actualmente, sólo con afrontar alguna de ellas comienzan a sentirse exhaustos. ¿Es normal esto? ¿El hecho de trabajar en forma remota o con los chicos en la casa sin ir al colegio nos ha transformado en menos productivos? ¿La alteración de nuestras rutinas y salidas para distraernos y relajarnos influye en el menor rendimiento y el cansancio permanente?

“Lo cierto es que, si bien uno puede pensar que la cuarentena nos llevó a una reducción de nuestros esfuerzos físicos, nuestra mente se enfrentó con nuevas demandas de alta atención prolongadas en el tiempo. Además, los momentos de trabajo y descanso en la modalidad remota han perdido la frontera clara que tenían antes, provocando también una sensación de sobrecarga constante y dificultades para desconectarse”, afirmó a Infobae el doctor Pablo López psicólogo y Director académico de Fundación INECO.

Y agregó: “Los cambios de rutina de grandes y chicos, los protocolos sanitarios que no debemos olvidar y el nivel de atención que requieren las videollamadas, representan un gran esfuerzo cognitivo para las personas; sumado a que hemos perdido la estabilidad y anticipación que nos otorgaba la rutina”.

Según el experto, en este escenario, debemos entender a la fatiga mental como aquel esfuerzo atencional o cognitivo prolongado que lleva a una sobrecarga o agotamiento. En un contexto de elevado estrés, que se mantuvo por mucho tiempo a causa de la pandemia y las medidas de aislamiento, los síntomas del estado de fatiga cognitiva se volvieron muy presentes. La somnolencia, la incapacidad de concentración y la dificultad para “procesar” tareas a realizar son los síntomas principales de este cuadro. Sin embargo, la mayor inquietud aparece al comprender que esta sintomatología no solo puede tener efectos en el rendimiento cognitivo al estudiar o trabajar, sino que también nos afecta en cuestiones físicas y en nuestra regulación emocional.

“La fatiga mental puede llevar a una pérdida de interés, atención y motivación; afectando tanto nuestra vida personal, como la social y laboral” destaca López y agrega “Es importante tratar de combatirla para evitar que se vuelva un síndrome de fatiga crónica, que ya puede influir en dolores musculares, de cabeza, angustia, dificultades sostenidas de memoria, sueño no reparador, entre otros síntomas; así como también nos vuelve propensos a problemas de salud mental y física a mediano plazo”, precisó y resaltó que para ello, “resulta clave comenzar con una reorganización de los hábitos en pos de restablecer las tres piezas más importantes de nuestra salud: la alimentación, el ejercicio físico y el buen dormir. Generalmente, si uno comienza a fallar en alguno de estos “engranajes”, los otros siguen la misma línea provocando una sensación de agotamiento”.

Consultando al especialista de Ineco sobre herramientas claras para combatir la fatiga mental, el doctor recomienda:

– Regular los horarios de sueño lo más posible, estableciendo también los espacios claros y preestablecidos de descanso durante el día.

– Ir de la preocupación a la acción. Es decir, tratar de sacar las ideas agobiantes de nuestra mente y buscar acciones concretas para modificarlas, o incluso, es recomendable anotarlas para luego pensar en ellas y compartirlas con alguien.

– No confundir el distanciamiento físico con el social o afectivo. La socialización de las emociones es algo que nos va a ayudar ante la sensación de fatiga.

– Incorporar estrategias basadas en la meditación como el mindfulness, que permiten cierta regulación emocional, reducción de la ansiedad y mejora cognitiva en términos atencionales.

“Si bien es importante identificar un posible cuadro de fatiga mental y aplicar estas recomendaciones, es preciso entender que es un cambio progresivo que no se va a resolver de un momento para el otro. A través del cambio sostenido de los hábitos, comenzaremos a generar un círculo virtuoso y lograremos mejoras significativas”, concluyó López.

Ricardo Antonowicz (MN 11556), psicoanalista y coordinador de actividades asistenciales del hospital Borda, reflexionó sobre los aspectos psicológicos vinculados al coronavirus y recomendó “atender la cuestión anímica de la población, sobre todo de aquellos que por su trabajo o estilo de vida se sientan en riesgo”.

Resaltó que Freud, padre del psicoanálisis, hablaba de 3 fuentes de sufrimiento a las que el individuo debe enfrentarse a lo largo de su vida: catástrofes naturales, relaciones interpersonales y miedo a enfermarse. “En el caso del coronavirus se dan las tres cosas, los tres miedos”, indicó.

Los especialistas proponen como termómetro lógico mantener el equilibrio entre trabajo y el resto de las actividades. Pero, ¿qué sucede a nivel cerebral en situaciones de alerta sanitaria como la que ocurre con el coronavirus? El licenciado en Psicología Fernando Torrente (MN 27844) explicó a Infobae que “en situaciones como las que presenta la epidemia del coronavirus, se activan los sistemas del cerebro que tienen que ver con el manejo y respuesta frente al peligro y la situación de incertidumbre”.

“Por un lado, las respuestas del peligro se relacionan con los sistemas de la ansiedad. La ansiedad es una emoción que nos prepara para manejar de forma anticipada los peligros. Está muy ligada al miedo, pero reacciona antes de que el peligro esté presente de manera inminente -señaló el director del Instituto de Neurociencias y Políticas Públicas de Fundación Ineco-. Por otro lado, frente a la incertidumbre, nuestra mente busca determinados procedimientos o mecanismos para situarse frente a esa falta de información correcta sobre lo que puede pasar”.

Los efectos subjetivos de esta pandemia empiezan a notarse en las situaciones estresantes que se producen en la población, generada fundamentalmente por el miedo o el temor al contagio, pero aparece, además el estrés generado por las medidas restrictivas de no salir de casa, para evitar el contagio, lo que rompe la cotidianidad y la dificultad para adaptarse a la nueva situación.