
V. LL. expuso su caso que remonta a mediados de agosto del año pasado. Hace unos días, su vehículo apareció vandalizado frente a la Unidad Regional XIX.
La mujer que se desempeña como administrativa en la central departamental de policía vive con miedo. Teme por su vida y la de su pequeño hijo de 9 años. Sabe lo que es sufrir violencia de género en carne propia, luego de que su marido casi la matara a palazos el año pasado. Ahora, padece un calvario en medio de la incertidumbre de saberse desprotegida y presa de cualquier nuevo ataque. Es que quien fuera su pareja recibió la autorización judicial para radicarse en la casa de los padres, algo a lo que V. LL. se habñía opuesto ante el temor porque “se podía escapar de ahí”.
En comunicación con InfoVera, relató la situación límite que le toco atravesar junto a su hijo el 17 de agosto de 2024. Aquel de día invernal, en inmediaciones de calles Santa Fe y Bs. As, en el barrio San Martín (Vera), quien fuera su pareja la atacó con un palo con el que a golpeó reiteradas veces al punto que se lo partió por su cuerpo indefenso.
Lo dejó malherida, tendida en el piso, e intentó atacar al nene, que también es su hijo, con el elemento contundente. Fuera de sí, a palazos reventó los vidrios del auto.
Antes, le había roto el celular y eso la imposibilitó de llamar a la policía para pedir auxilio. Tuvo la suerte que unos vecinos que presenciaron la demencial paliza dieron aviso a la fuerza policial. Los móviles de la fuerza de seguridad llegaron enseguida y detuvieron a C. L., no sin antes luchar para reducirlo debido a la resistencia que opuso.
“Me quebró un palo pegándome por el cuerpo, me dio palazos y también intentó pegarle a mi hijo de 8 años (hoy tiene 9) ”, relató la mujer.
La víctima padece artritis y explicó que la violencia también tuvo un impacto económico: “Para arreglar el auto me prestó plata mi familia y tuve que devolvérsela. Yo tengo una moto, pero no siempre puedo usarla para ir a trabajar o llevar a mi hijo a la escuela”.
Detención
El imputado fue detenido preventivamente por un mes y medio, pero luego la defensa solicitó la prisión domiciliaria en la casa de los padres, ofreciendo como caución un vehículo y una suma millonaria. El pedido fue rechazado inicialmente a causa de la negativa de la mujer, que alegó que “se podía escapar de ahí”. Semanas después el atacante fue autorizado a cumplir arresto en la casa de una hermana, hasta que el 30 de mayo pasado la justicia le permitió cumplir la domiciliaria en la vivienda de sus progenitores.
“Yo me había opuesto porque desde esa casa se podía escapar”, sostuvo V. LL., que pasa sus días atribulada desde que enteró de esa novedad.
Nuevo ataque
Llamativamente, pocos días después, ocurrió un nuevo episodio que la víctima interpreta como una amenaza directa: la rotura intencional de su auto particular, que había quedado estacionado frente a la capilla y la Unidad Regional XIX, donde trabaja. Un ataque de iguales características al ocurrido frente a su vivienda en 2024.
“A las 20:50 salí de trabajar y encontré los vidrios estallados. Me acompañaron efectivos de la Comisaría Primera y encontraron un pedazo de asfalto de gran tamaño dentro del vehículo con el que estallaron los vidrios. Para mí esto es una señal”. El hecho ocurrió a metros de la dependencia policial, lo que genera aún más preocupación: “Eso indica el grado de audacia, de imprudencia, de locura para hacer algo así”, alertó.
“Temo por mi vida, temo por la vida de mi hijo, temo por la vida de mi familia. No puedo estar tranquila en la calle, sabiendo que en cualquier momento puedo sufrir otro ataque”.
A pesar de que está vigente una medida restrictiva de acercamiento, V. LL. no está tranquila: “Estoy pidiendo ayuda a todos lo que puedo, tengo miedo porque estas cosas si no se frenan terminan de la peor manera. Cómo no voy a estar preocupada si corren peligros nuestras vidas”.
Todavía el juicio no tiene fecha fijada.