Crece la indignación popular por las “chapas” legislativas, mientras la política busca al culpable de la filtración

COMPARTIR

La lista de personas que perciben haberes de la Legislatura salió a la luz la semana pasada.

Las “chapas” se cuentan por decenas en el norte, y especialmente en Vera esos sueldos que se pagan desde las cámaras legislativas abarcan a militantes de todos los partidos, en una realidad que atraviesa a la política justo en su eje.

Ningún partido escapa a esa modalidad de funcionamiento sobre la que se posa la indignación de la gente de pie, que crece día a día con el surgimiento de más agregados a la nómina vergonzante.

En su mayoría, quienes integran el selecto y privilegiado grupo de “asesores” legislativos no cumplen horarios, y muchas veces hacen de cabeza de playa para que la política cuente con fondos frescos para solventar su funcionamiento: esto, cobran la “chapa” que luego reparten con otros del mismo espacio.

Hay de todo en esta suerte de ecosistema político que tiene tantos años como beneficiarios. Con la misma fuerza con que es reprobado por la gente, persiste y gana en volumen y cantidad: en el listado aparecen nuevos “trabajadores” legislativos, con 00 años de antigüedad -o sea que ingresaron ayer-, como se puede apreciar en un nuevo caso salido a la luz, esta vez en Calchaquí.

Como es costumbre, nadie dice esta boca es mía, nadie se hace cargo. En eso, no hay grieta en la política verense. Eso sí, la búsqueda del autor de la filtración no cesa, aunque hasta ahora sin resultados. Salvo en el caso de un peronista, con más de 30 años de antigüedad en el Legislativo provincial, que apenas vio que formaba parte de la lista viralizada no dudó en apuntar -con una notable puntería, no le erró en nada- a un dirigente de su propio partido con sobrenombre de animal.

En tiempos de ajuste, del “no hay plata” presidencial, del marcado desmejoramiento de la calidad de vida de la sociedad, con más de medio país en la pobreza, pagar sueldos para hacer política es toda una afrenta.

Seguramente, estarán los “chapeados” que sí trabajan, que honran sus compromisos laborales. Pero son los menos, el resto, la gran mayoría, no marca tarjeta.

La indignación popular crece sin pausa. No es fácil explicarles a aquellos que pagan impuestos, a los vecinos que no llegan a fin de mes, a quienes día a día van quedando afuera del sistema, que haya gente que cobra haberes públicos -que ni en sueños serían iguales si trabajaran en el sector privado-, solo por tomar café y hacer algún mandado para el jefe de turno.