Hace un par de años se sumó a la pasión de volar en parapente, en principio en la llanura de Vera, pero sus primeras experiencias en montañas fueron en El Bolsón, donde tuvo la suerte de compartir con pilotos con hasta 20 años de experiencia y le hicieron conocer las técnicas y los secretos de volar sin motor en lo que considera que fue su escuela.
“En el aire hay un mundo invisible que requiere entrenamiento pero te da una felicidad enorme”, destacó Joaquín.
El aprendizaje fue tan rápido que pudo completar los requisitos para integrar un contingente de parapentistas argentinos que programó una incursión por Europa.
“Hacía mucho tiempo que abrigaba el sueño de conocer el viejo continente pero me lo postergó la pandemia, así que aproveché la oportunidad de hacerlo realidad ahora y a través de la pasión de volar”, confesó.
Los comienzos fueron algo complicados, por cuanto la llanura de nuestra zona nos obliga a buscar alternativas para despegar, como el ingenioso sistema de “remolque con un vehículo que nos remonta como un barrilete a unos 300 metros del suelo, soltamos el cordel y allí empezamos a volar de manera independiente buscando las térmicas, como los caranchos, para tratar de mantenernos el mayor tiempo en el aire”.
“Siempre estás cayendo, pero son las térmicas de aire caliente las que te elevan y permiten prolongar el vuelo, en el aire hay un mundo invisible que requiere entrenamiento pero te da una felicidad enorme”, destacó.
Reconoció también el apoyo recibido en sus inicios por Ale Pachocki, vicepresidente de la “Federación Argentina de Vuelo Libre”, entidad que tiene un registro de pilotos por categorías, dado que no todos tienen el mismo nivel; actualmente también es su guía que le facilitó las gestiones para ser parte del tour europeo.
Con respecto a este tema, Joaquín cuenta que fueron 15 días intensos, contando con el asesoramiento de guías locales que les permitieron disfrutar una experiencia inigualable porque “es fantástico sobrevolar los Pirineos en España, pero ver los Alpes franceses desde el cielo es como estar en un cuento”.
Le sorprendió la organización y la estructura que tienen montada, con pistas de despegue con césped sintético y un sistema de localización similar al GPS que les permite saber la ubicación de cada piloto dado que, en condiciones favorables, se pueden cubrir más de 100 kilómetros.
“Es maravilloso ver el paisaje y los pueblos a 2000 metros de altura, pero sin descuidar la atención sobre las paredes de las montañas que estaban mucho más cerca, Francia es la meca del parapente y es impresionante ver centenares de velas en el cielo”, agregó.
A nivel local sus compañeros, que fueron sus primeros instructores, Tomy Iglesias y Francisco Torterola, comparten la pasión y el futuro los espera en el cielo de Merlo (San Luis) el próximo finde largo.
Aclara que la actividad está regulada y controlada por la ANAC ya que cada piloto debe contar con su licencia, de acuerdo a su categoría, para poder volar y planear en medio del espacio infinito, con la sola compañía inseparable del viento que lo sustenta.
Letyana Press