Entre barrotes invisibles: niños y adultos mayores, los más aislados en la pandemia

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En las infancias se nota un retraimiento casi exclusivo al ámbito familiar, cuando lo ideal es abrirse a la dimensión social. Y las personas de mayor edad, con los cuidados excesivos por ser “de riesgo inminente”, quedan desatendidas. Surgen conductas fóbicas.

La pandemia fue recluyendo a las infancias casi exclusivamente al ámbito familiar. Lo recomendable es que esa dimensión se abra hacia la social. Crédito: Archivo El Litoral

En la inundación de 2003, Mónica Niel estaba coordinando el comité de crisis de Santo Tomé. Y asistía a una escuela donde se alojaban familias inundadas. Un día, le avisan que había una niña que hacía mucho tiempo que estaba confinada en un centro de evacuados: no quería salir. Los otros niños ya jugaban afuera, porque el agua había bajado, aunque el drama quedaría. Niel fue a buscarla y le dijo: “Hola, ya no llueve. Afuera hay un sol hermoso”. La tomó de la mano y la acompañó a pasear a una placita cercana. La niña, mientras estaba aislada, seguía “oyendo la lluvia”, o mejor, el agua que se llevó todo.

Esa anécdota de la presidenta del Colegio de Psicólogos de Santa Fe es algo parecido a un espejo de lo que está ocurriendo hoy con las infancias y -también- con la tercera edad, que son los dos grupos etarios que más pesada sienten la mochila de la pandemia por el coronavirus. Pero, ¿por qué? Por varios factores de lo que la propia pandemia -con sus restricciones y liberaciones, idas y vueltas, sus mensajes oficiales, los nuevos comportamientos sociales- fue generando: un retraimiento social, incluso algunos sentimientos fóbicos.

“Tanto los adultos mayores como los niños son los dos sectores que más quedaron aislados en términos sociales. El resto de las franjas etarias fue volviendo a sus trabajos, a sus rutinas, recomponiendo los lazos sociales en el período de 10 meses de pandemia. Aparecen algunos comportamientos fóbicos, pero no puede hablarse de agorafobia (que es una patología, la dificultad de establecer una lazo social, el miedo a estar con gente). Hay conductas que van por ese lado, pero que no llegan a ser agorafóbicas”, aclara Niel, en diálogo con El Litoral.

Por partes: con respecto a los adultos mayores, “se hizo mucho hincapié desde el principio en que no salgan de sus casas, que no se junten con nadie, que no se muevan. Me parece que más allá de que es una población vulnerable (al virus), estuvo muy exacerbado ese mensaje de confinamiento. Y por otro lado, lo que se ve en muchos de sus hijos y nietos, que no se cuidan tanto y que tienen más contacto social, es que ellos sienten mucho temor de contagiarlos. Con lo cual, creen que los cuidan a lo mejor no yendo a la casa, no visitándolos con el distanciamiento y las medidas de cuidado, o haciéndoles los mandados pero dejándoles las cosas en la puerta. Hay todo un contexto que hace que los adultos mayores estén más recluidos, más temerosos, más aislados”, explica.

Pese a que se fueron liberalizando las medidas (ahora sólo rige la restricción de circulación nocturna), “notamos que en un sector importante de los adultos mayores no se flexibilizaron las conductas (de ‘autoconfinamiento’). Al punto de que, por ejemplo, con el correr del tiempo, se vio que mucha gente mayor que debiera hacerse los controles médicos (cardiológicos, por ejemplo), no va al sanatorio o al hospital por miedo. Si en 10 meses no salen a la calle, no se dan la oportunidad de tomar sol, no se hacen los chequeos clínicos de rutina, será peor el remedio que la enfermedad. Esto, si bien no es agorafobia, va por esa línea: de quedarse autorecluidos y de sentir temor de salir a hacer contactos sociales con los cuidados correspondientes”, advierte Niel.

“A los adultos mayores hay que decirles que pueden salir a tomar aire, a caminar un rato, a charlar con algún vecino”, insiste la especialista. Y hay que verlos más -recomienda-, siempre con los cuidados preventivos ya harto conocidos. “Hablamos de personas de edad avanzada que necesitan ser acompañadas; están más expuestas por ser grupos de riesgo, sí; pero no son ‘personas enfermas’ a las que no hay que que acercárseles. Debemos generar un condicionamiento social positivo para que los adultos mayores se sientan mejor”, pide.

Infancia, endogamia y exogamia
-¿Y qué ha pasado con la niñez en todo este tiempo de pandemia?

-Los chicos representan el otro sector etario que quedó más aislado, además de los adultos mayores. Principalmente por la falta de escolaridad presencial. Las fobias son muy comunes en la infancia, y muchas veces éstas responden a momentos particulares de separación, de crecimiento; esto se da, por ejemplo, cuando un niño deja de ser el “bebote de mamá” y pasa a ser una niño o una niña, ya entendidos como sujetos sociales.

Y la institución escolar, más allá de lo académico, cumple una función muy importante en este pasaje de la lógica familiar a la lógica social, o lo que nosotros llamamos de lo endogámico a lo exogámico. Hacer el tránsito hacia esa lógica social es absolutamente necesario para los chicos. Entonces, lo que hemos visto mucho es que (los chicos), o no adquirían logros que habitualmente adquirían (antes de la pandemia), o retrocedían en esos logros. Y también vimos cuestiones fóbicas: las he atendido en consultorio, y si bien no representaban casos de agorafobia sí tenían que relación con un retraimiento a la lógica exclusivamente familiar.

Cuando dicen que lo mejor es la familia, yo siempre digo lo siguiente: primero, que no todas las familias son lo mejor; y segundo, que aún en el caso de que se trate de una buena familia, esa dimensión familiar podrá ser mejor si no es la única dimensión, si aparece la esfera social. El hecho de que un chico esté replegado únicamente en la lógica familiar no lo ayuda a su crecimiento, y tampoco ayuda a los padres, que están muy agotados por toda esta situación.

-Ante esto, ¿cómo debieran actuar los padres y las madres de estos niños replegados únicamente en la dimensión familiar?

-Yo sugeriría que traten de ampliar esa lógica. Pueden llevarlos a algún lado, invitarlos a que estén con algún amiguito, siempre con los cuidados necesarios. Los propios chicos dicen que extrañan a sus compañeros de la escuela, por ejemplo. En ese sentido, las fobias que pueden haber aparecido en los niños las atribuyo más a que éstos quedaron atados exclusivamente a esa dimensión o lógica familiar, que a una cuestión de miedo al afuera, a una cuestión agorafóbica. Fue bueno que se volvieran a abrir los jardines y las guarderías.

A ver, la vida siempre es mucho más compleja. Y cuando un papá o una mamá tratan de favorecer una cosa, hay que ver que no estén alterando otra. Yo sé que no es fácil conciliar cómo asegurar los cuidados sin desatender otras cuestiones que son muy importantes (como la dimensión social). Creo que en este sentido, hay que buscarle la vuelta siendo inteligentes y creativos.

Charla al sol. Una conversación, un momento de salida social cuidada, son elementos clave para los adultos mayores, una de los sectores etarios más aislados.Foto: Flavio Raina

¿TOC TOC LIMPIEZA?
-¿Ha notado en consultorio cuidados muy excesivos de la higienización, algo así como comportamientos del tipo trastorno obsesivo compulsivo (TOC)? -Lo he notado. Tuve pacientes que se lavaban las manos con lavandina, al principio de la pandemia. Pero ese exceso de cuidados en la limpieza fue disminuyendo, es algo que fue cayendo por su propio peso. La gente fue “racionalizando” qué tipo de cuidados eran más esenciales, y cuáles se podían prescindir.

La importancia de la salud mental
-¿Qué lugar va a tener la salud mental este 2021, con los coletazos psicológicos que va dejando el coronavirus?

-Es complicado. Si va a haber más demanda de profesionales de la salud mental, hay que decir que debiera haber más oferta (pacientes que requieren asistencia en un espacio de terapia). Pero la gente tiene temor. Durante mucho tiempo los psicólogos debimos atender de manera virtual, eso también dificultó la posibilidad de la gente de acudir al consultorio: tenemos pacientes que recién ahora están volviendo, 10 meses después.

Si me baso en experiencias personales y similares previas, como la inundación de 2003, suelen verse esos coletazos una vez pasada la crisis sanitaria (en este caso, la pandemia). El Covid-19 es y sigue siendo un golpe duro a la gente; habrá qué ver más adelante cuáles son las consecuencias psicológicas reales en la ciudadanía.