Un grupo de menores fueron rescatados de las garras de su progenitor. El monstruo fue detenido e imputado por el fiscal Aldo Gerosa. También se le dictó prisión preventiva sin plazos. Coacciones, abusos y privación de la libertad.
“Los chicos tenían sarna, piojos, desnutrición, golpes, quemaduras y dormían afuera de la casa con los perros”, relató el fiscal Aldo Gerosa, que tiene a cargo la investigación contra Miguel Correa, el padre de los menores que fue imputado por abandono de persona, entre otros delitos, y al cual se le dictó la prisión preventiva sin plazos.
El hecho ocurrido en la periferia de Avellaneda es investigado como “delito continuado” en perjuicio de los hijos del sindicado, a los que debía “cuidar y mantener” pero que “vivían en condiciones muy precarias”, que habría venido sucediendo desde muchos años a la fecha, de acuerdo a lo expresado por el fiscal.
“Se los hacía dormir en el frío junto a los perros, no se les daba comida, no los llevaba a cuidados médicos ni a la escuela, tenían desnutrición crónica y retrasos madurativos propios de la marginalidad en la que se los hizo vivir”, apuntó Gerosa, en diálogo con medios locales.
Para el titular de la Unidad Fiscal Especial de Violencia de Género y Familiar de la Unidad Fiscal Reconquista, era una familia “bastante particular, que tenía una enorme atención de parte de la Municipalidad de Avellaneda, de las escuelas, del nodo de Educación y del Salud porque se conocía la problemática en la que estaba porque, en realidad, todo se vincula con hechos de violencia de género y familiar, que es otra de las cuestiones que se le achacan a este hombre: las constantes golpizas que ocasionaban lesiones leves agravadas en los niños desde también hace mucho tiempo”.
Atados a las sillas
A Correa, que se ganaba la vida haciendo changas y convivía con dos mujeres, se lo acusa también por privación ilegítima de la libertad porque “hay constancias de varios hechos, pero hay uno que está identificado en tiempo y lugar que refiere a atar a los hijos a sillas o a elementos de la casa precaria donde vivían para que no salgan del predio, no concurran a la escuela, no vayan a comer al comedor escolar”, precisó.
El funcionario judicial indicó asimismo que “también hubo constantes agresiones hacia el personal municipal, de educación y de salud que trataba de asistir a las criaturas”, y una “aparente manipulación de las mujeres que vivían con él y sus hijos, porque es evidente que las mujeres y los menores tenían un discurso bastante controlado y formado por el propio Correa, al que le pedían permiso para todo. Es decir, una dominación muy fuerte, muy grave”.
De hecho, reveló Gerosa, la Dirección Provincial de Niñez, Adolescencia y Familia de la provincia “fue retirando algunos de los hijos por distintas situaciones gravísimas que fueron alojados en familias sustitutas o institucionalizados en establecimientos y que nunca pudieron volver (a su casa) porque nunca se solucionó la problemática de fondo que es la violencia de trato y el posible abuso sexual”, que es otro de los delitos que se investigan.
Una fractura
En cuanto al factor desencadenante que derivó en la detención, primero, y después en la imputación y prisión preventiva sin plazos para el monstruo de Avellaneda, el fiscal indicó: “Para decirlo para que se entienda, a las instituciones que estaban trabajando les ‘cae la ficha’ cuando uno de los hijos sufre una fractura muy fea y no hay una respuesta posible a eso. Lo internan y ahí se detecta que estaba en un cuadro de desnutrición crónica fuerte y signos de una quemadura de vieja data muy grave”.
Esto desembocó en una presentación en fiscalía, que el investigador tomó como base para disponer algunas diligencias y formar un legajo de investigación bastante extenso. Y ameritó la detención porque “en libertad esta persona iba a seguir entorpeciendo la búsqueda de la información necesaria para esclarecer los hechos, porque a los hijos menores los ha coaccionado (otro delito que se le atribuyó) y a las dos mujeres las manejaba como le parecía”, además de que la expectativa de la pena es alta, dijo Gerosa.
Los menores que debieron padecer el calvario descripto son cinco, todos hijos que tuvo con las dos mujeres. “Tenían en la casa un montón de perros y los chicos dormían con los perros, por lo tanto, estaban fuera de la casita, eran susceptibles a reiteradas infecciones, han sufrido lesiones y ha estado en riesgo su vida”, imputó.
De hecho, “tenían que comer la comida de los perros para poder comer algo por eso el retraso cognitivo que también presentan. Si a eso se le suma que se los llevaba a la escuela en mañanas muy frías con el pelo mojado porque se los bañó en un fuentón afuera, y todos morados y tiritando por usar remera mangas cortas, obviamente se los ha puesto en serio riesgo para su salud”, completó.